En una lejana sabana africana, andaba perdido un
león. Llevaba más de veinte días alejado de su territorio y la sed y el hambre
lo devoraban. Por suerte, encontró un lago de aguas frescas y cristalinas.
Raudo, corrió veloz a beber de ellas para así, calmar su sed y salvar su vida.
Al acercarse, vio su rostro reflejado en esas aguas
calmadas.