El mes pasado, el Washington Post entrevistó a varios estudiosos del tema,
ya que el eclipse reciente también fue nombrado como «señal del fin.» Gary Ray,
de la revista Unsealed, especializada en profecías, afirmó al Post que es imposible
ignorar que la alineación de las estrellas, del Sol y de la Luna en la noche del 23
tiene semejanzas con la profecía de Apocalipsis 12.
Causó una gran controversia en torno a lo que ocurrirá en el próximo 23 de septiembre,
una fecha que algunos creen ser profética. Diferentes líderes cristianos han divulgado
su interpretación sobre el tema, que van desde la afirmación de que los cielos apuntan
a un «rapto» hasta el temor de que una gran catástrofe abate sobre la Tierra.
Porque la constelación de Virgo quedará justamente en esa posición dentro de dos semanas,
con el planeta Júpiter saliendo de dentro de su «vientre» en aquellos días. Aunque muchos
cristianos confunden la astrología con astronomía, durante miles de años los pueblos de Oriente
observaban el universo en busca de señales.
Ray dice «creo que las 12 estrellas mencionadas en la profecía son, en realidad la
constelación de León (que tiene 9 estrellas) más los planetas Venus, Marte y Mercurio, alineados a ella».
Para el estudioso, esa es una de las señales de que el rapto está muy cerca de suceder.
El eclipse del 21 de agosto también fue una señal profética en los cielos y que los cristianos deberían
estudiar más sobre el Antiguo Testamento, que varias veces habla sobre las estrellas como una manera
de Dios de hablar a la humanidad.
«Dios nos está advirtiendo que estamos a punto de ver una nueva fase en el planeta», insiste, afirmando
que el eclipse de 2017 marcó el inicio de la Gran Tribulación y el próximo, que ocurrirá en 2024 marcaría
el final de este período de siete años, detallado en la Biblia.
Si el testimonio de Ray, poco conocido en el medio evangélico, parece alarmista, ¿qué piensan otros estudiosos?
El doctor Danny Faulkner, astrónomo que trabaja con el ministerio Respuestas en Génesis, recuerda que ese sería
un evento muy raro, que ocurre sólo una vez cada 7.000 años.
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